En la imaginación de las fuerzas reaccionarias de la Europa y la América de los años 20, 30 y 40, el jazz ocupó el lugar que en los años 50, 60 y 70 ocuparía el rock’n’roll. Estos dos descendientes del blues han encarnado, en el plano musical, la decadencia moral y cultural de Occidente a ojos de los cenizos que vienen pronosticando el final de la civilización desde la era de las revoluciones ilustradas. Un movimiento reaccionario, en particular, destacó por el intenso odio que manifestó hacia el jazz: el nacionalsocialismo. Los nazis despreciaron al jazz, persiguieron a sus músicos y aficionados, y dedicaron una fuerte actividad propagandística a prevenir a los “buenos alemanes” de la amenaza que suponía la propagación de un sonido al que calificaban de entartete musik (“música degenerada”). Calificativo que el jazz, por cierto, tuvo el honor de compartir con gigantes como el judeo-alemán Felix Mendelssohn.